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El Amor del Corazón de Jesús

23/8/2017

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​"El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús. Cuando vea a un sacerdote, piense en nuestro Señor Jesucristo. "- San Juan María Vianney
 
Mientras he ido creciendo, todas mis vivencias en el catolicismo   me llevaron a  creer que los sacerdotes eran siempre buenos, hombres que se habían instituido  a una edad ya adulta, y que además eran bastante inaccesibles. Parecía que la Iglesia estaba muriendo, los hombres ya no respondían a la llamada al sacerdocio, y una vida de fe se había vuelto irrelevante, ¿verdad? Equivocado.
 
Mi perspectiva cambió el primer año de la universidad en la Universidad Católica de América. Estaba asombrado al ver hombres jóvenes con alzacuello, y aún más asombrado de saber que estos hombres, que no eran muy diferentes de mí, estaban dispuestos a renunciar a todo (una familia, carrera, vida independiente) para la gloria de Dios y El bien de su pueblo.
 
Desde que he entrado en mi propia vida de fe y he comenzado a trabajar a tiempo completo para la Iglesia, considero un gran honor llamar a muchos de estos valientes hombres mis amigos. Los sacerdotes sirven como un recordatorio constante de que Dios, en Su bondad, nunca nos tuvo destinados a experimentar  una vida solos. A través de sus relaciones, sus testimonios y los sacramentos, los sacerdotes prueban que Dios nunca abandona a Su pueblo.
 
En pocas palabras, la Iglesia no existiría sin los sacramentos (la Eucaristía en particular), y la Iglesia no podría existir sin los sacerdotes que nos traen estos sacramentos todos los días. Durante los últimos años, he visto a amigos pasar por el seminario y luego han sido ordenados, he crecido en apreciar lo grande que es su sacrificio. Pero más que eso, también he visto cuán grande es la recompensa cuando nos lanzamos a nuestra vocación con  arriesgado abandono.
 
Recuerdo haber preguntado claramente a un querido amigo cómo él pudo hacer todo ello- dejar atrás todo lo que el mundo le dice que necesita y ocuparse a un llamado más alto - y simplemente me miró a los ojos y dijo: "Lauren, el Señor lo hace fácil . "Estos hombres no sólo han sido un bello testimonio para el mundo, sino que han ayudado a formar el rumbo de mi vida y mi corazón.
 
En cada etapa crucial de la vida de una persona - nacimiento, matrimonio, crecimiento de una familia, muerte - un sacerdote se está ofreciendo a sí mismo y trayendo los sacramentos. Los hombres en formación para el santo sacerdocio y los sacerdotes que están en el mundo "en las trincheras" merecen nuestra gratitud y nuestras oraciones. El sacerdocio muestra al mundo que para el pueblo de Dios vale la pena renunciar a todo.
 
Así que a todos ustedes los sacerdotes: gracias. Gracias por traernos la Eucaristía. Gracias por contestar llamadas telefónicas llenas de lágrimas. Gracias por enseñarnos cómo ser buenos amigos. Gracias por mostrarnos la importancia de las relaciones arraigadas en la oración. Gracias por ser nuestros hermanos y por personificar a nuestro Padre Celestial. Pero lo más importante, gracias por mostrarnos el gozo que viene cuando entregamos completamente nuestras vidas y nuestras voluntades a quien es Amor.
 
Pregunta para la reflexión: ¿Alguna vez has experimentado el amor de Cristo a través del ministerio del sacerdocio?
 
Lauren Scharmer es la directora del programa pastoral juvenil en la Arquidiócesis de St. Louis.
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Catequesis: Formando Discípulos

21/8/2017

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​Cuando estaba en octavo grado, ayudaba a enseñar para el programa de educación religiosa de mi parroquia y contaba las horas para que llegase el  momento de mi servicio comunitario requerido antes de recibir el Sacramento de la Confirmación. Era  asistente para el quinto grado y pensaba que era de lo más interesante. Podía compartir con la clase lo que yo sabía de la Iglesia, incluso enseñándoles en algún momento cómo rezar el Rosario. Viendo el pasado, ¡parece que estaba destinada a enseñar en una escuela católica!. Después de la universidad, comencé a trabajar en mi escuela actual de la Arquidiócesis de Washington (ADW), donde continúo enseñando y compartiendo mi fe con los estudiantes. Hasta el día de hoy, sigo enseñando religión. Me esfuerzo por formar a mis estudiantes como discípulos de acuerdo con seis elementos de la vida católica: Conocimiento de la Fe, Liturgia y Sacramentos, Moralidad, Oración, Educación para Vivir en Comunidad Cristiana, y Evangelización y Vida Apostólica.
 
Para los catequistas que transmiten activamente la Palabra de Dios a otros, enseñar la fe puede llegar a ser casi una segunda naturaleza. Por ejemplo, en mi escuela, incorporamos los principios básicos del jesuita en el currículo de cada día y reflexionamos sobre nuestras propias acciones a través de la oración. En mi aula de preparatoria, utilizamos estos principios para hablar de bondad y amar a otros como nos enseñó San Ignacio. De una manera especial, mis estudiantes están aprendiendo cómo ser buenos amigos y amar a otros como lo hizo Jesús.
 
En la Arquidiócesis de Washington (ADW), el currículo religioso tiene estándares por los cuales su contenido se mide y se evalúa como cualquier otro curso en la escuela. De hecho, la arquidiócesis  está tratando de apoyar a los catequistas en hacer más para colaborar y mantener a los niños comprometidos y entusiasmados con el aprendizaje de su fe. El desarrollo profesional de los catequistas es crucial para una escuela, parroquia o comunidad. Aprender a ser mejores testigos de la fe asegura que nuestros hijos reciban la mejor formación de conciencia que puedan obtener.
 
Aunque hay personas certificadas y educadas para enseñar como catequistas, la mayoría de nosotros ya estamos cumpliendo ese deber como adultos llenos de fe en la Iglesia que testimonian y difunden el Evangelio. A continuación hay una lista que he recopilado de una descripción de un catequista. Después de leerlo, ¿te sientes llamado a ser uno?
  1. Conoces el Signo de la Cruz.
  2. Disfrutas creciendo en tu fe hacia una relación profunda con Cristo.
  3. Te gusta divertirte y jugar.
  4. Puedes rezar las oraciones Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
  5. Te gusta trabajar con niños de diferentes edades.
  6. Usted sabe y ha experimentado el amor de Dios y quiere compartir ese amor con los demás.
  7. Le gusta leer y aprender sobre historias de la Biblia y los santos.
  8. Usted se esfuerza por ser una persona honrada y otros relacionados en su lugar de trabajo.
  9. Te sientes llamado por tu Bautismo a responder al llamado de Jesús al ministerio.
  10. Te gusta enseñar a otros de manera real y significativa.
 
Pregunta para Reflexión: ¿Cómo puedes enseñar la fe a los demás en tu vida cotidiana?
 
Krissy Kirby es maestra de la Arquidiócesis de Washington, D.C.
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61 días y contando ...

18/8/2017

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En 61 días, ya no tendré mi nombre de soltera, ya no tendré que marcar "soltera" en los formularios de impuestos, y seré la chica más feliz del mundo. Esto es porque me casaré con mi mejor amigo en nuestra parroquia delante de nuestra familia y amigos, y así seremos marido y mujer. Pero antes de que estemos jubilados y sentados juntos en el columpio de la entrada de la casa celebrando muchos años de feliz matrimonio, mi prometido y yo tenemos algo de trabajo por hacer.
 
 El camino de preparación en  mente,  cuerpo y  alma para la vocación del matrimonio ha sido un acontecimiento. Planificar una boda no es fácil. Ha puesto a prueba nuestra paciencia y nuestras habilidades  en la comunicación. Pero ese sábado por la tarde, a 61 días de distancia, cuando nos comprometamos entre nosotros, estaremos haciendo una declaración. En nuestra profesión de votos, mostraremos a las personas presentes que Cristo es una parte central de nuestras vidas, y que Dios está en el centro de nuestra relación. A lo largo de nuestra ceremonia, estaremos invitando a nuestros invitados a reflexionar sobre el amor de Dios por ellos y a unirse a nosotros para compartir nuestra fe como el Cuerpo de Cristo. Los sacramentos están destinados a acercar a las personas a Cristo. Los presentes serán testigos de este sacramento desde dondequiera que estén en su camino de vida y viaje de fe, y esperaremos tener un encuentro con Dios. Esperamos poder ofrecer un momento de evangelización como discípulos misioneros a través de nuestro matrimonio.
 
Mi novio y yo hemos aprendido mucho del ejemplo de los amigos casados y de la familia que viven su fe católica. Una pareja que recientemente fueron acogidos a sumarse a su familia ha sido fundamental para responder a las preguntas que hemos tenido sobre lo que sucede después de casarnos y darnos consejos durante toda nuestra preparación matrimonial. Han ayudado a mi prometido y a mí a  entender mejor lo que significa ser una pareja joven y recién casada, hacer malabares con trabajos, obstáculos y acontecimientos de la vida, y hacerlo todo con fe en Dios. Ellos y otras personas más nos han mostrado lo que significa vivir el matrimonio con amor a Dios y a los demás. En la Arquidiócesis de Washington, otras dos parejas han sido ejemplos de compromiso y amor. Ephraim y Sussie, que han estado casados por 25 años, y Bob y Laurin, que han estado casados por 75 años, hablan de sus historias de amor y cómo se aprecian mutuamente hasta el día de hoy. Las parejas como estas han tenido que trabajar duro en su matrimonio a través de los buenos y los malos tiempos, tal como lo haremos. Al mismo tiempo de todo esto, mantienen a Dios en el centro de sus relaciones.
 
 
Durante estos próximos 61 días, rezaré por mi futuro esposo, por mí como esposa y por la gracia de Dios para estar presente a través de todo. Trabajaremos en nuestro matrimonio, esto es  por seguro, y no será fácil. Pero con la comunicación, la comprensión, el perdón y la oración, lo lograremos. Durante el curso Pre-Cana que asistimos hace unos meses, aprendimos algunas cosas acerca de la comunicación y la oración que me gustaría trasmitirlo a todos, ya sea que esté en una relación, con grandes amistades o con varios años de matrimonio. Mi novio me ayudó a crear una lista de las diez mejores cosas que se nos ocurrieron. Espero que les ayuden, también!
 
  1. Di "te amo" cada vez que puedas hacerlo.
  2. Incorpore  la oración a  su vida antes de comenzar a tener hijos.
  3. Diga lo que quiera decir, pero tenga cuidado de cómo lo dice.
  4. Hay tres en su matrimonio: Dios, usted y su cónyuge.
  5. Siempre sea honesto. Es la mejor política.
  6. Ninguno de los dos puede leer la mente del otro, así que no lo intenten.
  7. Siempre haga las paces antes de acostarse. Nunca debe  ir a dormir enojado con el otro.
  8. El matrimonio es un viaje, no un destino.
  9. Crear límites saludables con amigos y familiares.
  10. Nunca sea demasiado orgulloso para decir, "lo siento" y dígalo.
 
Preguntas para la reflexión: ¿Cómo puede el ejemplo de las parejas casadas y comprometidas ayudar a los que disciernen el matrimonio? ¿Hay personas en su vida que usted mira como testigos del matrimonio fructífero?
 
Krissy Kirby es maestra de la Arquidiócesis de Washington, D.C.

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Convirtiéndose en el discípulo amado

12/8/2017

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"Les daré un corazón nuevo, y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos". -Ezequiel 11:19
 
Sostengo estrechamente a mi hijo Leo, balanceándolo de un lado a otro en la quietud de la noche. Él tira su cabeza hacia atrás, me empuja, y balbucea para mantenerse despierto. Como su madre, debo ser paciente y persistente. El fruto de mis esfuerzos tiene resultado cuando su respiración se torna profunda, sus brazos cuelgan y ya sus párpados le pesan.
 
Leo tiene diez meses de edad — gateando, levantándose solo, escalando. Aunque él aún me busca por seguridad y apoyo emocional, él prefiere la exploración a quedarse tranquilo. No quiere perderse nada de este gran mundo, él lucha conmigo cuando lo acuno para las siestas y y la hora de  acostarse.
 
A menudo pienso  mientras le canto a Leo y lo calmo para dormir: Así es como estoy con Dios. Lucho con él, empujo hacia atrás, llenando mi vida con distracciones. Prefiero mi voluntad, mi camino, al suyo. Me olvido de descansar en su tranquilidad.
 
En mi programa de posgrado, una vez un profesor compartió una revelación particularmente hermosa que todavía me sorprende hasta hoy. Dijo que si dos seres humanos descansan lo suficiente en el pecho del otro, sus corazones se sincronizan y compiten en ritmo uno con el otro. Como madre, esta revelación  es especialmente conmovedora y hermosa, creo que el corazón de mi hijo se desacelera y el mío se acelera para convertirse y latir como uno. Entonces aplico esta verdad a Dios: ¿Me he permitido descansar en él? ¿Nuestros corazones laten como uno?
 
Los Evangelios nos dicen que Juan, el Discípulo Amado, se reclinó sobre el pecho (kolpos en griego) de Cristo en la Última Cena. Aplicando la revelación que nos hizo mi profesor al mismo  Evangelio, podemos extraer de esta imagen que el corazón de Juan late al mismo tiempo que el de Cristo, cuyo corazón late perfectamente con el de su Padre Celestial.
 
Como cristianos, todos estamos llamados e invitados a convertirnos en el Discípulo Amado. Esto no es un privilegio para unos pocos. Descansar sobre el kolpos de Cristo y permitir que nuestros corazones latan al mismo tiempo con el suyo da a nuestras vidas un verdadero significado y cumplimiento. Como dijo el Papa Francisco: "El Corazón del Buen Pastor nos dice que su amor es ilimitado; Nunca se agota y nunca se da por vencido. Allí vemos su infinita e ilimitada donación; Allí encontramos la fuente de ese amor fiel y manso que libera y hace libre a los demás; Constantemente descubrimos nuevamente que Jesús nos ama hasta el final "(Jn 13, 1), sin jamás ser imponente".
 
Esta intimidad con Dios, sin embargo, no sucede de la noche a la mañana. El Evangelio no dice que Juan descansó sobre el pecho de Cristo justo después de que Jesús lo llamó al discipulado en el Mar de Galilea. Esta intimidad fue el fruto de los años pasados en la presencia de Jesús. Es el fruto de una relación profunda con él, sentado a sus pies, compartiendo comidas, escuchando su predicación, presenciando sus milagros.
 
No descansamos sobre el pecho de un extraño. Somos llamados, por lo tanto, a crecer en intimidad con Dios abriendo nuestros corazones al suyo. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: "Es el corazón el que ora. Si nuestro corazón está lejos de Dios, las palabras de la oración son en vano ". Aunque Cristo abre su corazón a todos sus hijos, estamos llamados a construir esa intimidad con él, como lo hizo Juan, mediante la oración, la paz, los sacramentos, y el servicio.
 
La famosa cita de San Agustín nos recuerda que nuestros corazones están inquietos hasta que descansan en Dios. Y así no nos sentiremos satisfechos en este mundo hasta que nos hayamos permitido descansar en el corazón, en el kolpos, de Cristo. "El corazón de Dios llama a nuestros corazones", observó el Papa Benedicto XVI en su homilía sobre la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Cuando nos dejamos descansar en el corazón de Cristo, nos invita a "salir de nosotros mismos, a abandonar nuestras certezas humanas, a confiar en él y, seguir su ejemplo, a hacernos un regalo de amor ilimitado". Encuentro con el corazón del Buen Pastor, es lo que nos fortalece para salir en nuestras respectivas vocaciones y vivir como discípulos misioneros.
 
Que descansemos sobre el kolpos de Cristo y experimentemos su caridad perfecta para que podamos convertirnos en "dones de amor sin límites" para el mundo. A medida que profundizamos nuestra intimidad con Dios, permitámonos mirar la confianza infantil de Juan y pidamos su intercesión para convertirnos en quienes fuimos creados para ser: discípulos amados.
 
Preguntas para la Reflexión: ¿Ciertas cosas te permiten o impiden crecer en tu relación con Cristo? ¿Cómo podría Dios llamarte a descansar en él?
 
 Kate Fowler es la redactora de blogs para el Centro del Apostolado Católico. Recibió su Maestría en Liderazgo para la Nueva Evangelización del Instituto Agustín.
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La paz sea con vosotros

10/8/2017

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"Buenos días y bienvenidos a la iglesia católica de San Miguel. Antes de que comience la Misa, los invitamos a tomarse un momento para saludar a los que están a su alrededor".

Estaba de vacaciones en el momento en que escuché estas palabras, por lo tanto estaba totalmente desconocido con la parroquia. Había buscado iglesias católicas locales, no había mucha elección en comparación con mis opciones en una ciudad densamente poblada, pero yo sabía que la Misa era la Misa, la misma y tan importante en la diócesis rural que estaba visitando como en la Arquidiócesis de Washington (y el resto de la Iglesia Universal). Yo estaba emocionado de experimentar otra comunidad de fe como visitante.

Después de que el monitor de entrada hizo el anuncio de bienvenida, los feligreses que estaban a mi alrededor se voltearon  e intercambiaron saludos con sus vecinos. Había  una serie de rostros familiares para ellos pero mi rostro totalmente nuevo. Sus ojos se iluminaban cuando me veían. Aprecié los esfuerzos de hospitalidad de los feligreses, comenzando por el primer apretón de manos y  sonrisa. A medida que comenzaba la misa, no pude evitar las pequeñas diferencias en la celebración de la liturgia: la iglesia era más pequeña y redonda, había un piano en vez de un órgano, los servidores estaban pasados de mediana edad y al sacerdote le gustaba pasear por el pasillo durante su homilía. Aunque no era exactamente lo que yo estaba acostumbrado, la verdadera adoración de Dios y el alimento espiritual de los fieles no era menos auténtica ni beneficiosa. La Palabra de Dios fue proclamada en las lecturas y recibimos el verdadero Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía. Cantamos himnos, intercambiamos un signo de paz, y participamos en las respuestas litúrgicas usuales, movimientos y posturas en los momentos apropiados.

Estas experiencias pueden ser  igualmente  muy bien compartidas por cualquiera que tome unas vacaciones este verano o visite otra parroquia. La Misa trasciende la ubicación o las preferencias litúrgicas. En última instancia, es la asamblea, la elevación de oraciones de alabanza, la petición, el arrepentimiento y la acción de gracias a Dios la que nos bendice con su gracia y su verdadera presencia. En su sabiduría, la Iglesia ha establecido pautas para la celebración de la liturgia  que deben ser respetadas para que se hagan válidas. Sin ellos, la Misa perdería su enfoque en el culto divino y su participación en los Misterios Sagrados. Si bien diferentes parroquias y culturas pueden impregnar un carácter espiritual diferente en la celebración de los sacramentos, la Sustancia (Dios) sigue siendo la misma para unir a todos los fieles, quienquiera y dondequiera que estén. Esta universalidad refleja una iglesia instituida para proclamar a Cristo a todos, especialmente a los que están fuera de su cuerpo.

Mi experiencia de bienvenida en esta nueva iglesia durante mis vacaciones reflejó esa misión ¡muy evangélica!.  Uno no tiene que ir muy lejos para invitar a otro a participar en los Misterios Sagrados; todos están invitados a entrar y volver a entrar en la liturgia, y hacerlo más profundo que antes, a fin de darle más sentido y gracia a lo largo del camino espiritual.
  
Después de la misa de la mañana, la iglesia organizó un desayuno de hospitalidad durante el cual fui continuamente saludado por otros feligreses que expresaron gran asombro al ver  cómo yo  había encontrado la manera de unirme a ellos en la Eucaristía a una hora tan temprana, ¡y en un día de la semana! Para algunos, era muy animoso ver no solo una nueva cara, sino una joven.
Por toda esta experiencia os recomiendo que al dar la bienvenida a los recién llegados a la Iglesia Católica, nos esforcemos por extender el mismo mensaje sincero que nuestro Señor dio a sus discípulos cuando estaban cansados después de Su Pasión: "¡La Paz sea con vosotros!". Hacerlo no solo ayudará a otros a beneficiarse de las gracias y sentir el apoyo ofrecidos en su parroquia de origen, sino que también fortalecerá y enriquecerá la vida de la iglesia local a la vez que se esfuerza por atender al mundo difundiendo el mensaje del Evangelio.

Pregunta para la reflexión: ¿El entendimiento de la Misa, depende de ser visitante en una parroquia diferente? ¿Alguna vez se ha beneficiado de asistir a la misa en un lugar diferente o dentro de una cultura diferente?

Escrito por: Thomas Wong,  un joven profesional en Washington, D.C.

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