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¿Debo ser Pobre en la Navidad?

26/11/2019

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Es linda la Navidad, a muchos no creyentes y creyentes nos gusta tan solo por participar de su alegría. Participar de esta alegría la deseamos todos, por eso nos da pena cuando esta celebración pasa y tenemos que esperar nuevamente hasta el próximo año, entonces nos preguntamos, ¿la Navidad es efímera?, pues la que vivimos muchos sí, y es que la Navidad de Jesús nos espera entre los pobres.

Recuerdo cuando di a luz a mis dos niños en las comodidades de una clínica, porque no quería “sufrir” en un lugar menos cómodo, y nunca me hubiese imaginado haber estado en el lugar de María cuando dio a luz a Jesús en medio de animales y con el olor propio de un establo y que mi primer hijo en vez de haber sido acogido por una cuna con sábanas pulcras ¡lo haya acostado en un pesebre!

Es bonito ver los nacimientos junto al árbol de Navidad y ver a Jesús en un pesebre, a María, José, los Reyes Magos y los animalitos en una casita de paja adornada, pero imaginar el escenario real digamos que no es tan bonito, digamos que nacer así es indignante, y así nació el Rey de Reyes, ¡qué ejemplo de humildad más grande!, Dios se hizo pobre y del pobre más pobre.

Sin embargo, Jesús ama tanto a los hombres que no nos pide nada, él ya lo hizo todo por nosotros, lo que Jesús hace es darnos y en abundancia, nos abre las puertas de la felicidad mediante sus enseñanzas, y nos dice “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40), luego nos dice, “Bienaventurados los pobres” (Lc 6,20) y con estas duras palabras también nos dice, “Tú dices: soy rico, me he enriquecido; y no tengo necesidad de nada; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, ciego y desnudo” (Ap 3,17). Palabras que nos invitan a la misericordia, a la caridad, y a no poner nuestra felicidad en el dinero.

Para muchos, el modelo de una Navidad triste sería la de un niño que a las doce no tenga nada de regalos debajo del árbol. “La Navidad es una fecha triste cuando uno es pobre”, eso se oye, eso se cree. Sin embargo, los pobres son los predilectos de Jesús, Jesús fue pobre y esta es la celebración de Jesús, de su nacimiento. ¿Acaso no quiero ser el predilecto de Jesús, acaso no quiero imitar a Jesús?

Entonces, ¿Qué hacemos?, ¿debemos ser pobres?, no, tranquilos, Dios nos entiende, es rico en misericordia, y aunque digo esto para que no nos vayamos entristecidos  -como aquél joven que Jesús le dijo, “Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme”. (Mateo, 19, 21)- sepamos, sin embargo, que no hay cosas que tengamos que hacer o debamos de hacer con exigencias, todo lo que hagamos, hagámoslo en la libertad que el Señor nos da para elegir lo que nos enseña y con la alegría y el amor gratuito que Dios nos da. Por eso también nos dice: Dios ama al que da con alegría. (2 Cor 9, 7).
 
Oremos para que la ilusión y la magia de la Navidad llena de arbolitos, luces, adornos, y una gran cena, sea solo el acompañamiento y nos acerquemos nuevamente al mensaje central que es Cristo nuestro Salvador que viene a restaurarnos, a rescatarnos, a regalarnos esa paz, esa alegría que solo viene de lo alto. Dejémonos salvar por Él y obremos con caridad hacia los pobres, para que cuando termine la celebración de la Navidad, la felicidad perdure.

Pregunta para la Reflexión: ¿Te sentirías afortunado si te faltara dinero esta Navidad? 
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Yorka Silva, es periodista y se desempeña como Asociada de la Lengua Española y Portuguesa del Centro del Apostolado Católico. Actualmente vive en Lima – Perú con su esposo Diego y sus hijos pequeños Patricio y Vasco.

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Día mundial de los pobres - ¡Los Pobres son Ricos!

21/11/2019

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Al celebrar por tercera vez el Día mundial de los Pobres, proféticamente establecido por el Papa Francisco, me encuentro de regreso de mi visita a Colombia y Venezuela. Aquí me limitaré a escribir solo sobre Venezuela ya que fue una experiencia impactante.

Venezuela, como sabemos, es uno de los países más ricos en recursos naturales en el mundo, bendecido con petróleo, oro, y muchos otros minerales preciosos. En los años 60 fue uno de los países más ricos de Sudamérica, teniendo un alto nivel de vida, hoy en día todo es diferente. 

Un dólar equivale a 30 mil bolívares. El salario mensual de un trabajador es de alrededor de 5 dólares, un médico me dijo que él gana 20 por mes, si es que le pagan. Imaginen la situación de un obrero común.

Millones de venezolanos migran hacia diferentes países. Si es posible, los hombres y mujeres sanos escapan del país, abandonando a sus padres y abuelos. La gente muere no porque no se pueda curar sino por la falta de medicina que no está disponible o porque la gente en su pobreza no puede adquirirla. 

Una mujer que encontré estaba sufriendo de cáncer de piel y problemas del corazón; ella no puede hacer nada. Esta es una historia real, solo imaginen su dolor.

Debido a la falta de dinero o de transporte, niños y maestros no pueden llegar a las escuelas. Hay muchos más ejemplos para contar, pero mi intención no es presentar una mala imagen de este país. 

Paradójicamente, al margen de estas dificultades, encontré gente muy afectuosa y feliz. Encontré muchos grupos en parroquias y en todos escuché sus dificultades y sus pedidos de ayuda. La gente era maravillosa y me sentí tocado por ellos. 

A través de Caritas de Polonia y de ayuda local, nuestras parroquias están organizando comedores y otro tipo de actividades caritativas con la gente de las comunidades. Como una pequeña contribución de Somos Misión, yo personalmente distribuí comida en una de nuestras parroquias y realmente fue una experiencia tocante. 

El Papa Francisco nos habla mucho sobre los pobres, los inmigrantes y sobre la cultura de la indiferencia. A veces hay gente que se pregunta, ¿por qué el Papa insiste en hablar tanto sobre los pobres? 

La pregunta que justamente nos coloca en su homilía es: “¿tengo yo algún amigo pobre?”

¿Como cristianos tenemos la experiencia de estar cara a cara con la pobreza o somos solamente expertos en hablar de ella, limitándonos a palabras y no experimentando esta dura y oscura realidad de nuestra existencia? Una vez más, como escribe el Santo Padre nuevamente “dejemos a un lado las estadísticas: los pobres no son estadísticas para ser mencionadas. Los pobres son personas para ir a su encuentro: los hay solos, jóvenes y viejos, para ser invitados a nuestras mesas, hombres, mujeres y niños que buscan una palabra amiga”.

Aquellos que vivieron la Segunda Guerra Mundial en Europa saben lo que fue antes y después, sobrevivir a esa realidad. Hoy, sus nietos ni quieren leer sobre ese pasado. Una cosa es hablar de pobreza y otra es experimentarla.

Cuando Venezuela- un país muy bendecido por Dios, con toda la riqueza como para vivir dignamente- es rebajado a vivir en un nivel de deshumanidad por falla del propio ser humano, ¿podemos ser indiferentes pensando que es solo problema de ellos? Es lo mismo que decir que el problema de la Amazonía es un problema de solo unos pocos países de la región, de los que viven allí, ¡pero sin la Amazonía el resto de nosotros estaríamos sin aliento porque todos necesitamos de oxígeno para vivir!

Cuando una familia con niños se despierta a la mañana sin comida y sin dinero para comprarla, ¿cómo podrán hacer los padres para controlar el llanto de sus hijos? 

Cuando tantos en el mundo están preocupados por sus problemas de salud a causa de la sobrealimentación, teniendo que contar las calorías consumidas en sus comidas y debiendo caminar por horas para quemarlas, es absurdo y paradójico que millones en el mundo estén muriendo por hambre. Esta es la triste realidad que nos hace sentir mal. 

Muchos para lavarse las manos dirán que todo esto es culpa de la corrupción o de políticas anárquicas en estos países. Esto es verdad. Las sanciones aplicadas contra estos países terminan acabando con los pobres más pobres y beneficiando a los de las clases enriquecidas, esto también es verdad. No escribo esto con la idea de resolver los problemas del mundo. Es para mostrar que los pobres son los bendecidos. 

Los pobres encuentran la confianza en Yahvé cuando ya las otras fuentes de seguridad no sirven más. Son personas bendecidas con un sentido genuino de humanidad y compasión, así como la alegría evangélica está en la pobreza y la simplicidad de vida. El Señor del Universo, Maestro de nuestra historia y nuestro destino hará justicia en el final. Hasta entonces- como nos dice el evangelio del domingo - paciencia y perseverancia confiando en Él, y en la bondad de cada persona, prevalecerán. Lo bueno brota de nosotros cuando alcanzamos ese nivel. Cuanto más esfuerzo hay en destruir nuestra humanidad y dignidad como personas, la grandeza se manifestará desde el interior con la belleza y la preciosidad que nace de ser imagen y semejanza de Dios.

Al celebrar el Día mundial de los Pobres, unámonos al Santo Padre, encendamos una luz de esperanza por los que sufren en el mundo, a través de una sonrisa, de una oración, o de un dólar. Quien sabe, mañana tal vez precisemos de ellos, porque somos humanos. No es casualidad que el Hijo de Dios eligió nacer pobre para que seamos ricos en bendiciones. “Los pobres nos salvan porque tienen la capacidad de encontrar el rostro de Jesucristo”.

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El p. Jacob Nampudakam S.A.C. es el Rector General de la Sociedad del Apostolado Católico (Padres y Hermanos Palotinos) y Asistente Eclesiástico de la Unión del Apostolado Católico.

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La verdad sobre la vocación religiosa

5/11/2019

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​Esta semana es la Semana Nacional de Concientización Vocacional. Cuando cuento mi historia vocacional, generalmente describo mi vocación como una respuesta al gran amor que Dios me ha mostrado a lo largo de mi vida. Hablo de la alegría que ha sido enamorarse de Cristo y darle toda mi vida a él de una manera específica en la vida religiosa. Y eso es absolutamente cierto y hermoso. Pero si soy sincera, es solo una parte de la historia.

Soy novicia con las Hijas de San Pablo, una congregación de mujeres religiosas dedicadas a la evangelización a través de los medios de comunicación. Poco antes de ingresar al convento, tuve una serie de dudas sobre mi vocación. Había discernido que Dios me estaba llamando a entrar en la vida religiosa, pero de repente la vocación me pareció demasiado grande.

Una vez en particular, fui a mi director espiritual profundamente preocupada de haberme tergiversado ante las hermanas. Cuando me miré en el espejo, vi a una chica normal de 21 años. Había visto The Office más veces de las que me gustaría admitir, tenía un gusto reciente por la cerveza artesanal, y solo había dejado mi hábito de jurar unos meses antes. Mientras me preparaba para mudarme al convento y comenzar mi formación, me preocupaba que las hermanas se sorprendieran al descubrir que todavía estaba bastante lejos de ser santa.

"¿Qué te hace pensar que no has sido honesta con las hermanas?", Me preguntó mi director espiritual.

“Cada vez que visito el convento, actúo como una persona mucho mejor de lo que realmente soy. Ellos van a descubrir la verdad una vez que comiencen a vivir conmigo ", le expliqué.

“Bueno”, comenzó a reírse entre dientes, “Tu vocación es lo que te convertirá en la mejor persona que puedes ser. Eso significa que aún no estás allí. ¡Pero mira, ya te está haciendo más santa! "

Puede ser tentador pensar que necesitamos poner nuestra vida en orden antes de responder al llamado de Dios. Queremos ser perfectos antes de pensar que Dios puede obrar a través de nosotros. Pero amigos, ese día nunca llegará  a ese lado del cielo. Y además, eso no es el modus operandi de Dios.

Cuando miramos a quién Dios decide llamar, nunca es a la persona a quien elegiríamos. Pedro negó a Jesús tres veces. María Magdalena tuvo siete demonios expulsados ​​de ella. Pablo, cuyo nombre lleva mi congregación, literalmente persiguió a los cristianos. Dios no teme nuestras debilidades ni nuestras heridas. De hecho, ¡a menudo son las mismas cosas que vemos como obstáculos para su gracia las que nos convierten en testigos poderosos de su gracia!

La verdad es que no soy digna de ser llamada a ser una hermana religiosa. Pero nadie es realmente digno de este llamado. Esa es la belleza de una vocación religiosa y de la vida cristiana en general: no se trata de nosotros y de lo que podemos hacer por Dios. Se trata de Dios y de lo que él quiere hacer en nosotros.

Cada sacrificio que he hecho en estos últimos tres años, cada error, cada vez que he tenido que pedir perdón o perdonado a alguien me ha servido para convertirme en la persona que Dios quiere que sea. Lo mismo ocurre con cada hora de adoración, cada conversación llena del Espíritu y cada cumpleaños que hemos celebrado en comunidad. Hay este tipo de momentos en cada vocación donde Dios usa algo que parece extrañamente normal para acercarnos cada vez más a sí mismo.
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La vocación es un regalo totalmente gratuito que Dios nos ha dado. Nunca podríamos ganarlo o merecerlo. Requiere una respuesta, pero comienza con el hecho de que primero nos ha amado y desea darnos vida abundante. Esa es la verdad sobre la vocación religiosa: alabado sea Dios por eso.
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​La hermana Cecilia Cicone es una novicia con las Hijas de San Pablo que viven en Boston, Massachusetts.

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