Recuerdo cuando di a luz a mis dos niños en las comodidades de una clínica, porque no quería “sufrir” en un lugar menos cómodo, y nunca me hubiese imaginado haber estado en el lugar de María cuando dio a luz a Jesús en medio de animales y con el olor propio de un establo y que mi primer hijo en vez de haber sido acogido por una cuna con sábanas pulcras ¡lo haya acostado en un pesebre!
Es bonito ver los nacimientos junto al árbol de Navidad y ver a Jesús en un pesebre, a María, José, los Reyes Magos y los animalitos en una casita de paja adornada, pero imaginar el escenario real digamos que no es tan bonito, digamos que nacer así es indignante, y así nació el Rey de Reyes, ¡qué ejemplo de humildad más grande!, Dios se hizo pobre y del pobre más pobre.
Sin embargo, Jesús ama tanto a los hombres que no nos pide nada, él ya lo hizo todo por nosotros, lo que Jesús hace es darnos y en abundancia, nos abre las puertas de la felicidad mediante sus enseñanzas, y nos dice “Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,40), luego nos dice, “Bienaventurados los pobres” (Lc 6,20) y con estas duras palabras también nos dice, “Tú dices: soy rico, me he enriquecido; y no tengo necesidad de nada; y no sabes que tú eres desgraciado, digno de lástima, ciego y desnudo” (Ap 3,17). Palabras que nos invitan a la misericordia, a la caridad, y a no poner nuestra felicidad en el dinero.
Para muchos, el modelo de una Navidad triste sería la de un niño que a las doce no tenga nada de regalos debajo del árbol. “La Navidad es una fecha triste cuando uno es pobre”, eso se oye, eso se cree. Sin embargo, los pobres son los predilectos de Jesús, Jesús fue pobre y esta es la celebración de Jesús, de su nacimiento. ¿Acaso no quiero ser el predilecto de Jesús, acaso no quiero imitar a Jesús?
Entonces, ¿Qué hacemos?, ¿debemos ser pobres?, no, tranquilos, Dios nos entiende, es rico en misericordia, y aunque digo esto para que no nos vayamos entristecidos -como aquél joven que Jesús le dijo, “Si quieres ser perfecto, anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme”. (Mateo, 19, 21)- sepamos, sin embargo, que no hay cosas que tengamos que hacer o debamos de hacer con exigencias, todo lo que hagamos, hagámoslo en la libertad que el Señor nos da para elegir lo que nos enseña y con la alegría y el amor gratuito que Dios nos da. Por eso también nos dice: Dios ama al que da con alegría. (2 Cor 9, 7).
Oremos para que la ilusión y la magia de la Navidad llena de arbolitos, luces, adornos, y una gran cena, sea solo el acompañamiento y nos acerquemos nuevamente al mensaje central que es Cristo nuestro Salvador que viene a restaurarnos, a rescatarnos, a regalarnos esa paz, esa alegría que solo viene de lo alto. Dejémonos salvar por Él y obremos con caridad hacia los pobres, para que cuando termine la celebración de la Navidad, la felicidad perdure.
Pregunta para la Reflexión: ¿Te sentirías afortunado si te faltara dinero esta Navidad?