Entonces las palabras de Cristo resuenan en mi corazón: "¡No tengas miedo!"
No tengas miedo.
Tan poderoso es este mensaje que está impregnado en la Sagrada Escritura. El Papa Juan Pablo II comenzó incluso su pontificado diciendo, "No tengas miedo. Abre las puertas a Cristo". "No tengan miedo de recibir a Cristo y aceptar su poder".
Una gran parte de mi adolescencia estaba dominada por el miedo: el miedo al rechazo, a no encajar, al fracaso. Yo no había abierto la puerta a Cristo y confiaba en mis propios recursos en lugar de aceptar su poder, como sugirió el Papa. Me di cuenta que el miedo es esclavizante.
Esto cambió con varias experiencias durante mis años universitarios. Recuerdo estar en un retiro, donde se nos pidió meditar en la Anunciación y la Visitación. Caminé hasta una colina que daba a las montañas del norte de California y comencé a releer y reflexionar sobre un pasaje que había oído innumerables veces.
Como un niño medio valiente, nunca me había aferrado tanto a la Santísima Virgen María. Parecía demasiado primitiva para mi personalidad inquieta, alegre y traviesa. No podía relacionarme.
Esta lectura particular de la confirmación de María al plan de Dios, sin embargo, fue diferente. Ya no veía a una muchacha delicada que solo irradiaba perfección, sino a una mujer fuerte y audaz que aceptaba la voluntad de Dios sin temor. Leí su respuesta de total entrega: "Que se haga en mí según tu palabra", no como un débil "Okey, seguro, lo que digas, Señor", sino como un “¡Sí, Señor! ¡Juntos, hagamos esto! "
María había abierto la puerta a Cristo. Su respuesta fue sincera, incluso alegre. No tenía miedo de recibir a Cristo y aceptar su poder.
"Qué respuesta audaz", recuerdo haber pensado. ¡Qué libertad! Hasta ese punto en mi vida, no podía recordar nunca responder a Dios de esa manera. Yo quería lo que María tenía, una vida sin miedo. Momentos después, repetí esas palabras inmortales, habiéndolas finalmente abrazado como propias, "Hágase en mí según tu palabra". Mi vida nunca más ha sido la misma desde entonces.
La experiencia de María en la confianza en el Señor es a lo que todos somos invitados. Su falta de miedo es completamente posible para los seguidores de Cristo. Esto no significa falta de incertidumbre, falta de estrés, falta de opciones difíciles o sufrimiento. Significa fe y confianza en el plan de bondad de Dios sobre los nuestros.
María no tenía todas las respuestas. De hecho, le preguntó al ángel Gabriel, "¿Cómo puede ser esto?" Mientras compartía el plan de salvación de Dios. Puedo imaginar a María repitiendo esta pregunta años después en los recesos silenciosos de su corazón a través de la tortura y crucifixión de Cristo: "Señor, ¿cómo puede ser esto?"
Esta es una pregunta que a menudo me hago a lo largo del día. ¿Cómo puede estar pasando esta guerra? ¿Cómo puede terminar esta vida? ¿Cómo puede existir esta pobreza?
Dios típicamente responde a nuestras preguntas no con una explicación detallada de su plan, sino con él mismo. "Ten coraje, soy yo; no tengas miedo", le dijo a sus discípulos mientras caminaba sobre el agua durante la tormenta. Al hacerlo, el no menospreció ni ignoró las preguntas, sino que las redireccionó. Solo Dios basta. Es por esta razón que el Papa Juan Pablo II comenzó su papado invitándonos a "acoger a Cristo y a aceptar su poder" sobre el nuestro. Es cuando nos volvemos ensimismados, confiando en nuestra propia fuerza o poder, que somos paralizados por el miedo y la incertidumbre. Es cuando nos ensimismamos que nos olvidamos de quiénes somos.
El Papa Juan Pablo II afirmó conmovedoramente: "Muchas veces hoy el hombre no sabe lo que está dentro de él, en las profundidades de su mente y corazón. Con tanta frecuencia vive incierto sobre el significado de su vida en esta tierra. Se ve asaltado por la duda, una duda que se convierte en desesperación”.
¿Para cuántas personas que conoces, estas palabras son ciertas? Las palabras proféticas del Papa Juan Pablo II van directo al corazón de muchas de las cuestiones de nuestra sociedad, cuestiones que nos enfrentamos a diario.
María no conocía este miedo, esta incertidumbre, esta desesperación. Nunca olvidó quién era ella ante los ojos de Dios, porque nunca se apartaba de él. A medida que continuamos viviendo cada día en nuestros diversos oficios, ministerios y vocaciones, veamos a María como nuestro modelo de liberación, modelo de una vida de libertad enraizada en Dios, una vida sin miedo que nos paralice. Podemos repetir, hasta que se convierta en la oración de nuestro corazón, "hágase en mí según tu palabra". Abramos las puertas a Cristo, como María nos enseñó en la Visitación, abramos nuestro mundo temeroso y sufriente para traer la luz y el amor de Cristo a todos los que nos encontremos.
¡No tengas miedo!
Pregunta para la reflexión: ¿Qué temores te impiden depositar plenamente tu confianza en Dios? Esta semana, pídele a María que te ayude a decir "hazme conforme a tu palabra".
Escribe: Kate Fowler, redactora de blogs para el Centro del Apostolado Católico. Recibió su Maestría en Liderazgo para la Nueva Evangelización del Instituto Augustine