¡Qué cosa tan extraña ha hecho Cristo! Ha dejado su misión a los bautizados hasta que venga nuevamente en gloria al final de los tiempos. Esta es la parte de la espera de Adviento que a menudo no nos detenemos a vivirla como se debe. Sin embargo, la primera mitad del Adviento se centra mucho en esta realidad. Nuestra espera no debería ser pasiva, sino muy activa. Somos protagonistas llamados a testificar con valentía a Cristo en nuestras vidas. Testigo audaz en el camino de Nuestra Señora de Guadalupe, quien alentó a San Juan Diego a salir para construir no simplemente un templo físico en el Señor, sino uno que esté vivo.
En un momento de renovación necesaria dentro de la Iglesia, recurrimos a la Santísima Virgen María para estar con nosotros, pero también para darnos ejemplo. Ella no se centró en la realidad del cambio en su vida cuando escuchó el mensaje del Ángel Gabriel. Por el contrario, se levantó y fue "a toda prisa" donde su prima Isabel para regocijarse y ser solidaria con ella. El hijo de Isabel, San Juan Bautista, más tarde salió para preparar a otros para la venida del Mesías a través de la conversión al Señor de corazones y mentes. Nosotros también estamos destinados a hacer lo mismo. No podemos sentarnos y esperar a los demás, pero debemos avanzar con urgencia, apresuradamente, "invitando y llamando a las personas a participar en la construcción de su templo viviente".
Esta invitación y llamado que permite a "otros ser protagonistas" tiene un nombre –co-responsabilidad. Es corresponsabilidad de la misión de Cristo y su Iglesia. El Papa Francisco nos invita a “avanzar hacia una Iglesia participativa y corresponsable, capaz de apreciar su propia variedad rica, aceptando con agradecimiento las contribuciones de los fieles laicos, incluidos los jóvenes y las mujeres, las personas consagradas, así como grupos, asociaciones y movimientos Nadie debe ser excluido o excluirse a sí mismo " (Christus Vivit, 206). Por lo tanto, que nuestro Adviento de espera no sea pasivo, sino muy activo en nuestro audaz testimonio de Emmanuel, Rey de las Naciones y Príncipe de la Paz.
Nuestra Señora de Guadalupe, ora para nosotros.
¡Qué la Caridad de Cristo nos impusle!
En Dios, el Amor Infinito,