Hay tiempos en la vida espiritual en las que te sientes reseco, como si estuvieras vagando por algún desierto sin nada que comer. La reflexión silenciosa está llena de distracción. La oración parece hacerse pesada, difícil o aburrida. Tu corazón se siente sin vida.
Últimamente, a pesar de mis intentos de encontrar algún escape, esto resume mi experiencia de oración. No importa que infunda mis días con las lecturas de la Misa, un rosario, audios católicos o libros espirituales. En este momento, parece mucho más fácil encender un programa o meterse en las redes sociales que rezar. Cada vez que decido hacer esto último, todo lo que necesito hacer bombardea mi mente, o los textos y las notificaciones vienen una tras otra. En la Misa, escucho las hermosas palabras de las Escrituras y la homilía, pero me siento vacía en la banca de la iglesia.
¿Soy una mala Católica? ¿Hay algo mal?
En tiempos como estos, muchas personas de fe se desaniman. Piensan que han hecho algo mal en la vida espiritual, que Dios los ha abandonado o que su fe ya no va a ser lo más relevante nunca más. ¡Pero todas las personas de fe experimentarán esto hasta cierto punto en un momento u otro! Casi siempre es difícil caminar cuando los sentimientos de ardor están ausentes y la oración requiere intencionalidad y esfuerzo, pero estos momentos en la vida espiritual pueden ser los más fructíferos.
Nuestros corazones pueden volverse fríos y tibios por dos razones: o hemos disminuido nuestra vida espiritual y lentamente dejamos que las preocupaciones del mundo se hagan cargo, como las malas hierbas que ahogan la buena semilla en la parábola, o Dios nos está llamando a la Fe y a un crecimiento más profundo. Si es lo último, casi siempre es un momento de maduración espiritual que profundiza nuestra fe y amor. Elegimos clamar a Dios en oración no porque nos haga sentir bien, santos o satisfechos, sino porque confiamos en Dios y lo amamos a pesar de cómo nos podamos sentir. A menudo hemos escuchado que el amor es una elección, no un sentimiento. Por lo tanto, cuando los sentimientos están ausentes, Dios nos invita a elegirlo con un amor desinteresado y de confianza. Los sentimientos tibios, indiferentes o distraídos son parte de la sequedad espiritual que San Ignacio de Loyola lo llamó "desolación".
Según San Ignacio, hay momentos en la vida espiritual de consuelo y desolación. En tiempos de consuelo, nos sentimos especialmente cerca de Dios, encontramos que la oración es fácil, satisfactoria y natural, y tenemos paz y alegría. Recuerdo una vez hablar con un sacerdote en dirección espiritual que preguntó cómo iban las cosas espiritualmente. Le dije que casi me sentía culpable porque todo iba tranquilo. Se rio entre dientes y me dijo que disfrutara de este momento de consuelo porque no duraría para siempre, aconsejándome que escribiera mis sentimientos y observaciones espirituales como algo para recordar en tiempos de sequedad o tristeza. Una cita atribuida a San Felipe Neri resume este flujo y reflujo: “Como regla general, las personas que aspiran a una vida espiritual comienzan con lo dulce y luego pasan a lo amargo. Así que ahora, lejos de toda tibieza, fuera de esa máscara tuya, lleva tu cruz, no dejes que te lleve a ti ".
¿Cómo puedes llevar tu cruz durante este tiempo? A continuación, hay algunos consejos para revitalizar su fe y superar este momento de sequedad espiritual.
1. Practica la gratitud
2. Invoca al Espíritu Santo
3. Recurrir a María
4. Agregue una Misa diaria a su horario
5. Escriba a diario sobre lo que está sucediendo en tu corazón en este momento
6. Seguir una rutina de oración
7. Evite tomar decisiones importantes en la vida.
8. Comparta lo que está sucediendo con amigos de confianza o un asesor espiritual.
9. Lea sobre los santos
10. Trabaja como voluntario o practica obras de caridad
Es importante si te sientes indiferente a tu fe en este momento no rendirte. Te animo a redoblar tus esfuerzos en oración, buscar ayuda de tu comunidad y los santos, y perseverar. Sepa que esta es una fase completamente normal de la vida espiritual, que incluso los santos se sintieron áridos a veces, y que no está solo.