La primera tentación: hambre
“El diablo le dijo: 'Si eres el Hijo de Dios, ordena a esta piedra que se convierta en pan” (Lucas 4, 3)
Miremos el hambre tanto desde una dimensión física como espiritual. ¿Estamos respetando nuestra hambre física al proporcionar a nuestro cuerpo la nutrición adecuada a través de una dieta bien balanceada? Nuestros cuerpos han sido creados por nuestro Creador Divino. ¿Estamos respetando ese regalo? Aprender a discernir las diversas señales que nuestro cuerpo nos envía es un paso importante para crecer en disciplina. Podemos fortalecer, energizar y nutrir nuestro ser físico de una manera que nos permita llevar a cabo nuestro llamado. Cuando ignoramos esta área de desafío y crecimiento, fallamos en establecer un sentido de discernimiento físico y nuestros deseos se convierten en dueños de nosotros mismos. A lo largo de la Cuaresma, se nos invita a abstenernos de ciertas cosas, como la carne los viernes. Esto nos ayuda a crecer en una auto-negación saludable y nos invita a hacer sacrificios que nos liberan para satisfacer más intencionalmente nuestra hambre espiritual.
Al mirar el hambre espiritual, ¿Reconocemos que existe este deseo? ¿Somos conscientes de eso? No podemos vivir sin Dios. A menudo, puede ser tentador enfocarse más en satisfacer nuestras necesidades físicas que nuestras necesidades espirituales. La Cuaresma es un momento maravilloso para enfocarse en satisfacer nuestra hambre espiritual por Dios. ¿Podemos discernir un deseo espiritual versus un deseo físico? ¿Estamos recurriendo a buenas prácticas cristianas para ayudarnos a sostener nuestros cuerpos espirituales o nos estamos muriendo de hambre? ¿Alimentamos nuestra alma con las Escrituras y la recepción frecuente de los sacramentos o ahogamos este deseo en el ruido de la vida cotidiana?
La segunda tentación: poder
“Luego lo llevó y le mostró todos los reinos del mundo en un solo instante. El diablo le dijo: "Te daré todo este poder y su gloria; porque me ha sido entregado, y puedo dárselo a quien yo desee. Todo esto será tuyo si me adoras a mí” (Lucas 4, 5-7)
En esta tentación, el diablo ofrece a Jesús tronos y dominios, los poderes del mundo. Jesús sabía que todos los poderes pertenecían a su Padre en el cielo, y que todo el poder humano es un regalo de Dios. En Miércoles de Ceniza, escuchamos las palabras: "Recuerda que eres polvo, y al polvo volverás". La Cuaresma nos recuerda nuestro origen humilde y nuestro final. Nos invita a crecer más profundamente en nuestra humildad y en nuestra confianza en Dios, quien nos eleva a sus hijos e hijas a través del Bautismo y nos invita a la vida eterna con Él. ¿Con qué poderes o éxitos somos tentados en nuestras vidas? ¿Están desordenados? Reflexionemos sobre las cosas en nuestras vidas a las que nos aferramos, nos esforzamos o intentamos controlar. ¿Hay algo que Dios nos está pidiendo que le entreguemos para que podamos darle esta Cuaresma? ¿Nuestros objetivos se han convertido en ídolos en nuestra vida? ¿Con qué falsos poderes hemos sido cegados y nos hemos alejado de la adoración de nuestro Dios Todopoderoso y Trino?
La tercera tentación: poner a prueba a Dios
“Entonces lo condujo a Jerusalén, lo hizo pararse sobre el alero del templo, y le dijo: 'Si eres el Hijo de Dios, tírate de aquí ...” (Lucas 4: 9-10)
En esta tentación, el diablo desafía la autoridad de Dios e invita a Jesús a probar el poder de Dios. ¿Cuáles son las formas en que probamos a nuestro Padre Celestial? ¿Solo recurrimos a Dios en tiempos de necesidad o buscamos su guía en todas las circunstancias de nuestra vida? Hay una diferencia muy importante entre tirarnos al abismo para ver si nos salvan o permitimos caer, confiando en que seremos retenidos. Nuestra relación con nuestro Padre Celestial no debe ser una prueba, sino de confianza. Al negarse a ceder a la tentación del diablo, Jesús modela para nosotros la confianza, la obediencia y la fe, lo que Adán y Eva carecían cuando experimentaron la tentación en el Jardín del Edén.
A medida que avanzamos en nuestro camino Cuaresmal, podemos abrirnos a una reflexión más profunda sobre estas tentaciones y recordar que Cristo ya ha vencido a nuestro mayor enemigo: el demonio. Nuestro Salvador, que es completamente Dios y totalmente hombre, entró en un tiempo de preparación para disciplinar y fortalecer lo físico a fin de permitir que lo espiritual crezca y se desarrolle. Cristo nos muestra el camino contra la tentación y nos da la fortaleza para superarlo, sabiendo que el Padre de las mentiras estará esperando con sus tentaciones y trampas para evitar que cumplamos nuestro rol en la historia de la salvación. Durante la Cuaresma, continuemos preparándonos para nuestro llamado y fortalecidos por los poderes del cielo y Jesucristo mismo, no permitamos que las tentaciones del maligno se interpongan en nuestro camino.
Preguntas para la reflexión: ¿Cuáles son tus mayores tentaciones durante la Cuaresma? ¿De qué manera has podido vencer las tentaciones?
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Elaine Seckar es la coordinadora de bienestar de la iglesia de San Patricio en Carlisle, Pensilvania.