El Papa Francisco, al continuar este llamado a un renovado sentido de asombro y apreciación de la Palabra de Dios, ha proclamado el tercer domingo del Tiempo Ordinario como "Domingo de la Palabra de Dios". El domingo pasado, 26 de enero, fue la primera observancia de la Palabra. del Domingo de Dios, por lo que esta semana es un buen momento para reflexionar sobre el papel que tienen las Escrituras en nuestras vidas al tratar de modelar nuestras vidas en Jesucristo, la Palabra de Dios. En la reflexión, podemos preguntar ¿cómo permitimos que las Escrituras penetren en nuestras vidas para que la Palabra de Dios viva en nosotros? Tal vez tenemos un pasaje favorito, uno al que volvemos una y otra vez para meditar en diferentes etapas de nuestras vidas. O tal vez no hemos pasado mucho tiempo con la Escritura, aparte de escucharla en la Misa u otras ocasiones en la Iglesia. Esta semana, este Domingo de la Palabra de Dios, sirve como un recordatorio para tomar el don de la Escritura y permitir que la Palabra de Dios se filtre en el ritmo de nuestras vidas para que conozcamos más profundamente a nuestro Señor y a nosotros mismos.
Uno de mis pasajes favoritos de la Escritura es del capítulo 24 del Evangelio de Lucas después de la resurrección de Jesús. Oímos del encuentro que dos discípulos tuvieron con nuestro Señor mientras caminaban por el camino a Emaús. Estos dos discípulos quedaron atónitos ante lo que había sucedido y no estaban seguros de qué hacer con la crucifixión y la muerte del hombre que creían que era el Mesías. Estaban tristes de que su amigo y líder, Jesús, hubiera sido tan cruelmente asesinado, y fueron abrumados por el dolor. Cuando se encuentran con este hombre, un hombre que "no pudieron reconocer" (Lucas 24,16), les pidió que contaran estos sucesos. Su respuesta casi sarcástica: - "¿Eres el único extraño en Jerusalén que no sabe las cosas que han sucedido allí en estos días?" (Lucas 24,18) - nos muestra cuán humana fue esta experiencia para los discípulos. Le explicaron todo a este hombre y se sorprendieron de que no tuviera idea de lo que había sucedido. Poco sabían, ¡estaban hablando con Jesús mismo!
Con frecuencia nos enfocamos en un problema u otro, estamos tan preocupados por nuestras propias dificultades, o tan atrapados en nuestras alegrías que nos olvidamos de considerar cómo está trabajando el Señor en nuestras vidas. No siempre le damos la bienvenida y nos olvidamos de ver que, en realidad, él ha estado allí todo el tiempo, caminando con nosotros en el camino. A veces, como estos dos discípulos, no es hasta más tarde que vemos la obra de Dios en nuestras vidas, solo en la reflexión. No fue la explicación de Jesús sobre el trabajo que Dios ha hecho desde Moisés y los profetas lo que les abrió los ojos a la realidad que tenían ante ellos. San Lucas nos dice, en cambio, que "se les dio a conocer al partir el pan" (Lucas 24,35)
¿No es esta nuestra experiencia hoy? Llegamos a conocer a Dios a través del estudio o la lectura. Pero es en y a través de los sacramentos, especialmente en la Misa, que llegamos a conocer a Dios más plenamente. Cuando oramos con la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura, abrimos nuestros corazones a un encuentro con el Dios vivo. Es posible que no lo reconozcamos de inmediato (puede llevar tiempo o un cambio en nuestra vida dejarlo en claro), pero esos momentos en los que tenemos un encuentro real con Dios pueden mostrarnos cuánto ha hecho en nuestras vidas, qué tan cerca ha estado todo el tiempo, enseñándonos, guiándonos y preparándonos para las grandes cosas que tiene guardadas. Que este Domingo de la Palabra de Dios sea una nueva invitación para recibir al Señor en nuestras vidas a través de su Palabra. Que nuestra escucha y lectura de la Sagrada Escritura siempre sea un encuentro con Dios.