Las cuentas y las vidas de los mártires siempre sirven para edificar la Iglesia. Como dice el famoso dicho de Tertuliano, "la sangre de los mártires es la semilla de la Iglesia". Recordamos los relatos de mártires de todas las épocas, como Felicidad y Perpetua, Juana de Arco, Tomás Moro, Maximiliano Kolbe, el beato Miguel Pro, el beato Richard Henkes, S.A.C., y la mayoría de los Apóstoles. ¡Cuán diverso y rico es el testimonio de los mártires y santos! En cada generación, los mártires demuestran una fe heroica en una cultura de oposición que culminó con el sacrificio de sus propias vidas.
En el caso de San Jenaro, su testimonio continúa hoy de manera especial como resultado de sus reliquias. Su testimonio de martirio no solo es poderoso, también lo es el milagro asociado con su sangre. Después de la decapitación de Jenaro, una mujer llamada Eusebia recogió la sangre del obispo en un vial. Esto fue traído a Nápoles y ha sido venerado durante siglos. De manera extraordinaria, durante los últimos 400 años registrados a partir de 1389, el vial seco de la sangre de Jenaro se licua típicamente en tres fechas al año: "en la primavera durante las celebraciones de la fiesta de la transferencia de las reliquias del santo a Nápoles; el 19 de septiembre, su día de fiesta; y el 16 de diciembre, la fiesta local que conmemora la prevención de una amenaza de erupción del Monte Vesubio a través de la intervención del santo ".
Recientemente, su sangre se licuó a medias en una cita fuera de las fechas normales con una visita del Papa Francisco en marzo de 2015. En su típica forma humilde, el Papa Francisco respondió a los aplausos de la multitud diciendo: "El obispo dijo que la sangre está medio licuada. Significa que el santo nos ama hasta la mitad; todos debemos convertirnos un poco más, para que él nos quiera más”. A través de sus palabras, el Papa Francisco nos recuerda que el propósito de los milagros es acercarnos a Cristo y aumentar nuestra fe. Jesús realizó milagros no por espectáculo, sino por sanidad y conversión.
Los milagros de hombres y mujeres santos continúan hasta el día de hoy y tienen el mismo propósito: inspirar una fe profunda en la obra continua de Dios que nos hace fortalecer nuestro amor a Él en palabras, acciones y servicios. Que inspiren nuestra propia fe y nos lleven más cerca de Aquel que modeló el martirio perfecto en la caridad, Jesucristo, cuyo martirio conmemoramos en cada celebración de la Eucaristía. Alimentados por su Cuerpo y Sangre, que salgamos fortalecidos de nuestras parroquias para responder a la persecución con amor, odio con perdón, apatía con celo, ignorancia con la verdad y egoísmo con compasión. Al hacerlo, seremos mártires cada día, literalmente, testigos, proclamando el Evangelio con nuestras vidas.
San Jenaro, ruega por nosotros.