Trabajar es bueno ya que responde al cumplimento de la voluntad de Dios para dignificar al hombre. Por lo que trabajar para subsistir y cubrir nuestras necesidades es uno de los buenos propósitos humanos del día a día. Pero es importante mencionar que, “es el trabajo lo que confiere la dignidad al hombre, no el dinero” como lo dijo el papa Francisco en una entrevista concedida al diario italiano “Il Sole 24 ore” el pasado mes de septiembre.
Sin embargo, ¿qué sucede cuando trabajar se convierte en una idolatría? Puede que sin darnos cuenta estemos inmersos en el amor al dinero, puede que no lo reconozcamos, sin embargo, pensamos en el dinero todo el tiempo y casi todas nuestras conversaciones son sobre dinero, sobre cómo pagar más cuentas y cómo “asegurar nuestro futuro”.
El aumento de tarjetas y líneas de crédito se han convertido en los mejores aliados, las deudas superan los bolsillos y la competencia por presumir un estatus elevado está haciendo que la gente consuma muchas veces sin mirar sus gastos, increíblemente a veces solo por presumir. Asimismo, hoy se estudia y trabaja mucho más que antes, en ocasiones postergando otras realizaciones personales; “por dinero se sacrifican los hijos, descuidándolos, o simplemente no teniéndolos”. (papa Francisco, audiencia general, agosto 2018).
Cuando los amigos se reúnen después de tiempo escucho presunciones de todo tipo y los ojos se abren con admiración cuando alguien de ellos vive fuera del país, cuando el carro estacionado es una camioneta último modelo o cuando “Juan” dice que está siguiendo una maestría. Pareciera que la felicidad estuviera en lo material, y aunque internamente sabemos que no es verdad, vivimos una mentira sencillamente porque hoy el interior del ser humano no entra en competencia, lo que compra el dinero parece serlo todo.
Bien exhortó el papa Francisco a pocos meses de su pontificado en una misa en el hogar de Santa Marta: “No puedes servir a Dios y al dinero. No se puede: o el uno o el otro. ¡Esto es Evangelio puro! ¡Estas son las palabras de Jesús! ¿Qué pasa con el dinero? El dinero te ofrece un cierto bienestar al inicio. Va bien, después te sientes un poco importante y viene la vanidad. Esta vanidad que no sirve, pero te sientes una persona importante: es esa vanidad. Y de la vanidad a la soberbia, al orgullo. Son tres escalones: la riqueza, la vanidad y el orgullo”.
Pregunta para Reflexión: ¿Posees para vivir dignamente o para presumir vanidades? Durante el día ¿Cuánto tiempo hablas sobre dinero?