El concierto en sí no fue menos impresionante. Al mismo tiempo que el prestigio y destreza del coro lo precedieron, desde la primera nota, me encontré extasiado por una belleza como ninguna otra. Las notas sagradas fueron edificantes sin embargo nunca abrumadoras, como si estuvieran llevando nuestra concentración a algo más grande. El escuchar cada nota pronunciada, cautivó mucho a la congregación e invitó a la audiencia a situarse en una mentalidad tranquilizadora pero impulsada por el Espíritu. Cada trabajo llamó nuestra atención a Dios, sus obras y su presencia eterna. La Iglesia Católica reconoce el bello e histórico papel de la música en la liturgia como una invitación a participar en el misterio de Dios mismo. Como dijo el papa Francisco en su discurso a los participantes en la Conferencia Internacional de Música Sacra, "la música sagrada y el canto litúrgico tienen la tarea de darnos un sentido de la gloria de Dios, de su belleza, de su santidad que nos envuelve en una nube luminosa".
Piensa en los salmos que se rezan en la misa todos los días. ¡Son antiguas oraciones que la Iglesia ha preservado en sus liturgias! En los salmos, el pueblo de Dios puede expresarle todas sus emociones, como sus alegrías (salmos 98 y 100), las tristezas (salmos 69 y 88), el agotamiento (como el Salmo 6), la incertidumbre (en el Salmo 23) e incluso el abandono (Salmo 22). Los salmos no son simplemente representaciones; transmiten, guían y evocan una respuesta emocional del pueblo de Dios de vuelta a Él. Quien es el centro de atención de toda la liturgia. Por extensión, los otros himnos que cantamos en la misa deberían movernos a participar más plenamente en la liturgia en lugar de mirar pasivamente las procesiones y la preparación del altar: ¡la misa no debe ser vista como una actuación secular! El papa Francisco amplía esto, diciendo:
“[Música Sacra] es por lo tanto, en primer lugar, una cuestión de intensa participación en el misterio de Dios, en la "teofanía" que ocurre en cada celebración eucarística, en la que el Señor se manifiesta en medio de su pueblo (...). La participación activa y consciente consiste, por lo tanto, al saber cómo adentrarnos profundamente en este misterio, saber cómo contemplarlo, adorarlo y acogerlo, al captar su sentido, gracias en particular al silencio religioso y a la musicalidad del lenguaje con el que el Señor nos habla".
Los himnos también han sido reconocidos por la Iglesia como un medio efectivo para catequizar a los fieles, incluidos los jóvenes. El papa Francisco continuó: "Las diversas figuras clave en esta esfera, músicos, compositores, directores y coristas de las scholae cantorum, con coordinadores litúrgicos, pueden hacer una valiosa contribución a la renovación, especialmente en términos cualitativos, de la música sacra y del canto litúrgico”. Las obras que son creadas por sus manos pueden ser, de hecho, un medio hermoso para involucrar a aquellos cuyos oídos caen sobre las notas. Pero para ser verdaderamente estimados como nobles y sagrados, deben ser santos. “Para fomentar este desarrollo", dijo el santo padre, "se debe promover una formación musical apropiada, incluso de aquellos que se preparan para ser sacerdotes, en un diálogo con las tendencias musicales de nuestro tiempo, con la inclusión de diferentes áreas culturales y con un enfoque ecuménico”.
La próxima vez que oiga música en la misa, le sugiero unir su voz con el del cantor como una oración a Dios. El acto de hacerlo nos invita a ofrecer a Dios una parte de nosotros mismos que regularmente podemos tratar de mantener en privado. Este hecho reverentemente, se convierte en una ofrenda de amor a nuestro Señor, como observó el papa Benedicto XVI:
“El canto de la Iglesia finalmente sale del amor. Pronuncia la profundidad del amor que emite el canto”. "Cantare amantisest", dice San Agustín, cantar es cosa de amantes. Al decir eso, volvemos a la interpretación trinitaria de la música de la Iglesia. El Espíritu Santo es amor, y es él quien produce el canto. Él es el Espíritu de Cristo, el Espíritu que nos atrae hacia el amor por Cristo y, por lo tanto, conduce al Padre.
Preguntas para la reflexión: ¿Cómo puede impactar la música en su experiencia de la liturgia o con Dios? ¿Puede recordar un momento en que la música lo ayudó a profundizar su fe?
Thomas Wong es un joven profesional en Washington, D.C.