Pero, ¿qué significa esto para el resto de la Iglesia? ¿Qué significa esto para nosotros personalmente? El Sínodo no es solo un evento que ocurre en Roma, ni una serie de documentos e iniciativas pastorales. A continuación, he recopilado 5 puntos claves del Sínodo que podemos aplicar a nuestras propias vidas espirituales.
1. Invite al Espíritu Santo.
En su homilía para la apertura del Sínodo, el Papa Francisco recordó a sus hermanos obispos que invocaran al Espíritu Santo antes de emprender su trabajo. "Es el Espíritu", dijo el Papa Francisco, "quien asegura que la riqueza y la belleza del Evangelio sean una fuente de alegría y frescura constantes". Esto es cierto para cada uno de nosotros. Cristo nos dejó con el don del Espíritu Santo después de su ascensión al cielo; El Espíritu Santo es nuestro abogado y permanece con nosotros hoy, presente en nuestros corazones como resultado de nuestro Bautismo. Antes de embarcarnos en nuestro trabajo en la tierra, llamemos al Espíritu Santo para que nos guíe y nos asegure de ser fieles a nuestra misión. Fue el Espíritu Santo quien transformó a los apóstoles encogidos de miedo en misioneros audaces, evangelistas y mártires. El mismo Espíritu Santo nos guía hoy y nos ayuda a cumplir nuestro llamado bautismal. Invite al Espíritu Santo a su vida, trabajo y acciones diarias para vivir la riqueza y la belleza del Evangelio que menciona el Papa Francisco.
2. Escuche.
Se ha alentado a los participantes del Sínodo a escuchar atentamente lo que los jóvenes de la Iglesia tienen que decir. Esta actitud solo puede tener éxito si se deriva de una postura de humildad, una apertura hacia el otro y una flexibilidad para adaptar nuestra perspectiva en función de lo que aprendemos. Todos estamos llamados a escuchar y acompañar a quienes nos encontramos en nuestra vida cotidiana. Esto es especialmente cierto para aquellos de nosotros que trabajamos en el ministerio, pero se puede aplicar a cualquier circunstancia en la que nos encontremos. Vivimos en una cultura que parece tener miedo de escuchar. La escucha se asocia a menudo con la vulnerabilidad. Abre nuestras mentes y corazones a la perspectiva, las ideas y los sueños del otro, ya sea que estemos o no de acuerdo o resuene con estos personalmente. Sin embargo, "el amor por el Evangelio y por las personas que nos han sido confiadas nos desafía a ampliar nuestros horizontes y no perder de vista la misión a la que estamos llamados", dijo el Papa Francisco. Escuchar a otra persona nos desafía a salir de nuestra zona de confort y reconocer las verdades de la otra. Solo escuchando podemos esperar dialogar respetuosamente con quienes no compartan nuestra visión del mundo o nuestras creencias.
3. Discierna y guarde silencio.
Después de invocar al Espíritu Santo, necesitamos crear un espacio de silencio donde podamos escuchar los impulsos de Dios. Por primera vez en un Sínodo, el Papa Francisco ha instituido 3 minutos seguidos de silencio para que los participantes reflexionen sobre lo que se ha compartido y sobre lo que Dios está conmoviendo en sus corazones. Este es un maravilloso ejemplo de discernimiento continuo, que invita a Dios a nuestra vida y le pide que nos guíe en nuestras acciones y decisiones diarias. "El discernimiento es el método y, al mismo tiempo, el objetivo que nos fijamos", dijo el Papa Francisco. "Se basa en la convicción de que Dios está trabajando en la historia mundial, en los acontecimientos de la vida, en las personas que conozco y que me hablan". También podemos aprender de la espiritualidad de la Compañía de Jesús, que enfatiza ser "contemplativos en acción”. Este espíritu de discernimiento es radicalmente diferente del mundo de ocupaciones y ruidos en el que nos encontramos continuamente, pero también es capaz de existir dentro de ese mundo. Cuando nos dejamos llevar por lo que habita en lo interno de nuestros corazones y oramos a nuestro Padre celestial en secreto, estamos mejor sintonizados no solo con su presencia en nuestros corazones, sino también con la presencia de Dios en quienes nos rodean.
4. Sea flexible.
A veces, es fácil llegar a nociones preconcebidas de cómo deben hacerse las cosas o mantener una actitud de "siempre ha sido así". A lo largo de su papado, y una vez más al comienzo de este Sínodo, el Papa Francisco ha desafiado a que la Iglesia debe ser flexible y quebrantar nuestra tentación de conformarnos. En su homilía para la apertura del Sínodo, llamó a la Iglesia a "ampliar nuestros horizontes, expandir nuestros corazones y transformar aquellos estados de ánimo que hoy nos paralizan, separan y alejan de los jóvenes". Una flexibilidad saludable es la clave de nuestro bienestar – estemos en la vocación que nos encontremos. La flexibilidad también se basa en la humildad y nos permite admitir que no siempre tenemos las respuestas correctas. Cuando nosotros, como Iglesia, somos flexibles, podemos encontrarnos mejor con otros y trabajar juntos para buscar la verdad del Evangelio.
5. Atrévase a la esperanza, a soñar.
Un gran regalo que los jóvenes pueden dar a la Iglesia es su capacidad de soñar. Los jóvenes tienen pasión, entusiasmo, esperanzas y sueños que ofrecen frescura y renovación a nuestra Iglesia y al mundo. Esto es aún más importante en un mundo cargado de sufrimiento y problemas, donde es fácil sucumbir a un derrotismo o una actitud pesimista. El Papa Francisco nos recuerda que "El futuro no es una amenaza para sentir temor, sino que es el momento en que el Señor nos promete cuándo podremos experimentar la comunión con él, con nuestros hermanos y con toda la creación". Nuestra fe está arraigada en la bondad y la belleza de Cristo mismo, podemos compartir mejor su alegría y esperanza con el mundo. Aprendamos del vigor y la esperanza de los jóvenes de hoy. Que sea contagioso, para que otros se sientan atraídos a pedirnos un recuento de nuestra esperanza. Como concluyó el Papa Francisco en su discurso en la apertura del Sínodo de los Obispos, “Trabajemos, por tanto, para pasar tiempo con el futuro ... hagamos brotar sueños, despertemos profecías y visiones, permita que la esperanza florezca, inspire confianza, vendemos heridas, entretejamos relaciones, despierte un amanecer de esperanza, aprendan unos de otros, y cree un imaginario positivo que ilumine mentes, infunda calor en los corazones, restaure fuerza en las manos e inspire en los jóvenes, en todos los jóvenes, sin excluir a nadie, la visión de un futuro que esté rebosante de la alegría del Evangelio”.
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